sábado, 16 de junio de 2012

19ª.- Lo que debemos saber de Facebook.


Esta red social, ampliamente extendida, con un total de 140 millones de usuarios, a los que se  unen 2 millones cada semana, ha desbancado a otras redes sociales. Detrás de la libertad aparente que proporciona al individuo, y detrás de la gratuidad de la misma, existe un complejo ideológico que tiene grandes peligros desconocidos. Hoy nos ocuparemos de alguno de ellos y de sus consecuencias, referente al individuo. Éste, pierde su intimidad, y contractualmente la cede de por vida a la red social (incluso después de abandonar su entorno), pudiendo ésta usar la información que dejó de manera libre; de hecho Facebook, proporciona a marcas publicitarias los perfiles de clientes potenciales, para que estas empresas puedan lanzar sus tentáculos hacia consumidores latentes. En este ambiente cibernético, podemos ser (somos) observadores conscientes de otros usuarios; pero también somos, inconscientes de ello, objetos observados por desconocidos ojos poderosos. Se convierte Facebook, en un mar inmenso, de pececillos inocentes sumergidos en su profundidad, en las honduras de un océano proceloso, ajenos a los pescadores que desde la superficie lanzaran redes ásperas, sutilmente dirigidas para capturarlos. Este mundo virtual, aparentemente ajeno al mundo natural real, se convierte en un escaparate que fomenta la adicción y el consumo. El ambiente de este medio virtual ilimitado, descrito, de inocente perdida de la intimidad perpetua, inevitablemente con el consumo promovido y desmedido repercute en los confines del medio ambiente real. Concluyamos, pues, hacia una evidente realidad en internet; cuando configuramos un entorno gratuito: correo electrónico, red social,…, ¿Quién lee las condiciones del contrato? Todos, incluido el que suscribe esta reflexión, deseoso de disfrutar de una nueva aplicación aparentemente gratuita e inofensiva pulsamos en el icono ACEPTO, o por mejor decir I AGREE. Sin dar el más mínimo margen a eso que los ingleses llaman, “el beneficio de la duda”. Simplemente aceptamos contratos que como el de Facebook, contienen clausulas leoninas, desmesuradamente abusivas, como es vender nuestra alma a golpe de ratón, permitiendo la pérdida de nuestra intimidad. 

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